La ansiedad es una reacción normal en el ser humano, siempre que ésta sea proporcionada al estimulo que la desencadena. Sentiremos ansiedad antes de un examen, en una entrevista de trabajo o ante una situación objetivamente tensa. Por lo general la ansiedad es una respuesta adaptativa. Unos niveles bajos de ansiedad pueden ser óptimos para nuestra vida cotidiana: desde acordarnos de mirar a un lado y a otro antes de cruzar la calle, hasta coger un paño antes de tocar la cacerola que está en el fuego, son buenos ejemplos de como la ansiedad influye sobre nuestra conducta de forma positiva. Ayuda incluso a aumentar el rendimiento. Ante un determinado problema o situación estresante como presentarse a un examen, la ansiedad aumenta, pero también la eficacia, atención y rendimiento en la respuesta, siempre que no se pase de unos límites, que no harán sino bajar nuestra atención y bloquear los procesos de recuperación de la información. En cambio, cuando aparece de forma injustificada, sin razón aparente o ante estímulos o situaciones que no suponen una amenaza real, hasta el punto de interferir en nuestra vida diaria, se habla de una ansiedad desadaptativa. Esta ansiedad desproporcionada y por lo tanto desadaptativa dará lugar a las distintas manifestaciones o cuadros de ansiedad.
En la actualidad el tratamiento de la ansiedad desde la psicología cognitivo-conductual está dando resultados muy positivos mediante la exposición progresiva al estímulo que genera la alerta y con el desarrollo de habilidades de afrontamiento y desaprendizaje de la ansiedad.